antes muerto

Por un cine vivo y urgente (sobre el colectivo artístico Antes Muerto Cine)

Antes muerto que sencillo, que derrotado, que injuriado. Antes Muerto Cine es un colectivo de realizadores de cine experimental y documental atravesado por la urgencia de intervenir el presente a través de imágenes y sonidos que dialogan con la realidad caótica y confusa. Su cine, pulsante e inquieto, se enfrenta a un mundo donde las imágenes en movimiento han acaparado cada ámbito de la vida cotidiana, como una manera de representar y representarse, desde una inquietud que parte de lo personal y trasciende lo público y político.

Caperucita Roja, de Tatiana Mazú González, enfrenta tres generaciones de mujeres, entre ellas la directora, su madre y su abuela, bajo la premisa de rescatar las vivencias de la abuela Juliana, quien sobrellevó una vida muy dura en en España en pleno tumulto bélico de la Guerra Civil y la consolidación del franquismo. Tras haber huido de una situación de servidumbre, ella cruzó el mar y se estableció en Buenos Aires, donde aprendió el oficio de costurera.

En Caperucita Roja abuela y nieta confeccionan un sobretodo rojo, uno con capucha, como el del cuento, como el que tenía también su mamá alguna vez e incluso ella cuando era jovencita. La abuela ya cruzó el bosque sola, y la nieta habita un presente donde los lobos son otros, igual de hambrientos, pero más grandes, con dientes más filosos y tan peligrosos que acaparan la política y perpetúan el predominio masculino en la sociedad actual. Las grabaciones caseras de un viaje al pueblo natal de Juliana evocan los recuerdos de infancia de Tatiana pero también los de Juliana, al instante preciso en que ella era la niña atemorizada por el lobo. La distancia entre una generación y otra es evidente, pero la película traza las diferencias y las zurce al abarcar dos tiempos y dos miradas en un mismo plano, donde pasado y presente se empapan el uno del otro. Mientras en el televisor de la sala, la marcha de las mujeres acapara las noticias, al fondo de la habitación, un maniquí exhibe el busto del tapado rojo. Del mismo modo, Tatiana y su hermana cantan A las barricadas, himno asociado al anarquismo y sindicalismo español.

La directora observa a su abuela desde planos fijos mientras ella se tiñe el pelo, mira el televisor o realiza su actividades cotidianas. También contempla los detalles que hacen de su lugar de trabajo, las texturas y colores que adornan su hogar, y la delicadeza con la que teje cada pedazo de tela. Se retira a la intimidad del hogar y sobre estas imágenes deja invadir los recuerdos e historias de su abuela, como si estuviera bordando detalles sobre una vestimenta que pasará a formar parte de su identidad. En retribución, en un gesto de cariño incondicional, emergen sus propios pensamientos que intervienen y marcan un quiebre frente a la voz sumisa y resignada de su abuela en contraposición a la suya embanderada con el movimiento feminista y crítica de la norma capitalista.

Los libros que lee Juliana se encuentran desgastados por el tiempo, pero ella repite cada palabra como si estuviera recitando un mantra. Pero las nuevas generaciones de mujeres se resisten a aprender las canciones de la abuela y toman las calles con otros cánticos que claman por la legalización del aborto y denuncian la violencia contra las mujeres. Con Caperucita Roja, viva por sobre todo, antes que muerta.

De un diálogo con el pasado, a escribir una carta para el futuro. ¿Qué hago en este mundo tan visual?, de Manuel Embalse, sigue el viaje de Zezé Fassmor desde Buenos Aires a las Cataratas del Iguazú. El artista peruano, quien quedó ciego hace ya varios años, cree que la ciencia y la tecnología médica podrán algún día devolverle la vista, motivo por el cual acumula un registro de fotografías y videos para verlos eventualmente como si él mismo se estuviera enviando una correspondencia sobre sus propios recuerdos ya pasados.

La inquietud del relato se centra en cómo se conforman las imágenes, qué aspectos sensoriales permanecen latentes y cuáles se diluyen con el correr del tiempo. Zezé cuenta que alguna vez había visto un documental sobre las cataratas y lo describe como una gran lluvia, un manto blanco, brumoso y envolvente. En un mundo tan visual, su relación con las imágenes es del orden auditivo, y las imágenes se construyen con lo que escucha. Mientras ingresa a las redes sociales y teclea con la ayuda de una voz que ilustra cada ítem o botón presente en la pantalla, palabras como estado, emoji, espacio, emoji, teclado, se pronuncian con una velocidad tan rápida que pareciera igualar la prisa del desplazamiento de los dedos, porque él como todos nosotros, accede a las imágenes a través de las manos, como si nuestra relación con el mundo fuera a través de pixeles táctiles.

¿Qué hago en este mundo tan visual? utiliza un torrente de imágenes digitales, entre ellas las capturadas por Zezé, animaciones, registros en VHS, e imágenes intervenidas por el director que manipula adrede la fotografía oscureciendo o tapando la cámara de modo a aproximarse a la visión inalcanzable de una persona ciega. En la película se establece un vínculo estrecho entre la tecnología y la ceguera de Zezé. Las conversaciones que él mantiene con Siri, la voz del sistema operativo de su celular, son tanto funcionales como reflexivas, porque hay preguntas que escapan el alcance de una búsqueda en un navegador.

En lo sonoro, el agua conquista la imagen. Los destellos luminosos que cada tanto invaden la pantalla negra suenan como una llovizna que golpea el asfalto a la par que el sonido de la lluvia se funde y entrevera con los clics del teclado de Zezé. A medida que nos aproximamos a las cataratas, los turistas se amontonan en busca del mejor ángulo para tomar una fotografía y capturar un recuerdo. Sus fotografías adquieren sonidos, indicaciones de dónde pararse, a dónde mirar, mientras que Zezé, en silencio, absorbe los sonidos lo más cerca posible. Se deja envolver por la bruma y toma otra fotografía, una con los oídos y con piel, para completar una imagen mental distinta.

¿Qué imágenes conservamos y cuáles desechamos? Si en ¿Qué hago en este mundo tan visual? Embalse se interroga la forma que intervienen los fenómenos perceptivos en la construcción de la memoria, Enciclopedia/Catálogo explora desde el otro lado, desde objetos descartados que alguna vez pertenecieron a la historia de alguien pero que ya no forman parte de esa persona. Tras haber encontrado dos rollos anónimos, además de fotografías rotas, diarios y cartas, el director viaja solo por tres meses acompañado de una cámara de Super 8 con un metraje limitado de 15 minutos.

La restricción impuesta del soporte, algo casi impensable en la era digital, lo obliga a editar antes de filmar, a seleccionar una porción de un todo y ponerlo frente a los límites del cuadro. En este sentido, las imágenes de Enciclopedia/Catálogo son frenéticas. Hay paneos, zooms violentos y movimientos impulsivos que se dejan arrastrar por esta urgencia de ver, de perdurar frente a la obsolescencia programada y de no convertirse también en basura. Existe además un interés por observar pixeles y pantallas a través de la granulosidad del fílmico. La cámara observa otras cámaras, contempla la relación de las personas con sus extensiones digitales y traza una vía intertemporal entre lo analógico y lo digital.

Al establecer una analogía entre las imágenes y el caudal del agua de las cataratas del Iguazú o el paso del agua del Canal de Panamá, se contraponen dos ideas, la noción de la abundancia impotente frente al paso minucioso y controlado de la zanja. La acumulación sucede hoy en espacios intangibles como nubes y memorias que desplazaron por completo el soporte físico, pero lo digital es aún más frágil que las imperfecciones del fílmico. Enciclopedia/Catálogo es un postulado político que también dialoga con un ser humano del futuro, y que denuncia el dominio del estado sobre las imágenes y la potestad del sistema para decidir qué queda en la historia. Antes muerto, que ingenuo.

De la exaltación, al sosiego. A través de la pantalla de los teléfonos inteligentes, Emoji, emoji, de Joaquín Maito, encuentra la tranquilidad en imágenes estáticas, donde el tiempo adquiere otro ritmo y pareciera sumergirse en una pecera visual, una cápsula enajenada del movimiento externo, y hasta inadvertida de la posición geográfica del GPS que cada tanto nos recuerda nuestra ubicación física en el mundo.

En el cortometraje, Maito reposa la mirada en eventos mundanos, una mujer esperando en un piso elevado de un edificio con un paisaje citadino imponente de fondo, los árboles en un parque que se mecen con el viento o un hombre que cruza una rampa cerca de un muelle. En cada plano, espera; medita como si estuviera en un templo. Se deja abstraer por la calma y al hacerlo se tropieza con gestos minúsculos que describen una relación con aquello que luego él denomina caja de cristal. A veces, es un mensaje o una foto que se toma en un gesto casi automático, otras es una bandeja que sirve -momentáneamente- para alimentar a gatos callejeros. El resultado es hipnótico, una suerte de extrañamiento a lo que se añade el murmullo en un idioma extranjero, apenas inteligible, que se funde con los clics del teclado y con el ruido de la naturaleza. Emoji, emoji configura un nuevo lenguaje donde el exterior se percibe (siempre) mediante un marco.

La reclusión obligada de la pandemia nos obliga a reinventar las formas de vivir, de trabajar y de relacionarnos. Antes Muerto Cine no es ajeno a esta sensación extraña, tanto imprevisible como inestable. Estratos, de Julián Galay, propone encontrar la relación entre las construcciones con la proliferación del virus. Para hacerlo, navega a través de la pantalla por ilustraciones escaneadas de un libro de arquitectura, trazando con el cursor los caminos posibles que podría tomar el virus a través de las estructuras erigidas por el ser humano.

Las palabras del libro encontrado poco importan. Estratos distingue en cada línea de los bocetos impresos un trazo que no solo es un muro, sino una barrera que moldea y direcciona el flujo de las personas y que a la vez separa el uno del otro, delimitando las clases sociales y evidenciando la diferencias. Mediante una porción amplificada de cada página, se hace zoom en cada pixel que conforma una raya, como si estuviera examinando el armazón de la humanidad mediante un microscopio. La indagación es de carácter científico; así como los detalles se agrandan, las imágenes se manipulan, se invierten los colores y se emula la textura azulada del cianotipo en la búsqueda minuciosa de cualquier detalle que pudiera explicar la facilidad de la propagación de los virus.

Sobre estas imágenes digitales, ampliadas al punto en que se reducen a pixeles de colores, emerge un manifiesto que condena las infraestructuras sobre las cuales se erigieron los grandes imperios, y que, con el tiempo, condujeron a la consolidación del actual sistema económico de producción. Según Galay, la restricción del espacio es la misma causa de la propagación del virus; si la movilidad ocurre en espacios físicos, no es sorpresa entonces que aquellos lugares donde confluyen vías terrestres, aéreas y marítimas se hayan convertido en los lugares de mayor contagio. Antes muerto, que un simple soporte biológico.

Los espacios que habitamos son parte de nuestra identidad, del mismo modo en que el tiempo nos cobija, nos modela y nos desgasta. Agur, de Francisco Bouzas, conecta un sitio con otro, su traslado a otro país con la repentina ausencia de un conocido suyo que un día como cualquier otro, sumido en una profunda depresión, desaparece sin dejar rastro alguno. El relato inicia con un manojo de cartas acumuladas en el buzón de un departamento en Donostia, espacio que él mismo pasa a ocupar pero que antes pertenecían al destinatario de esas correspondencias, un hombre llamado Jesús. Con una voz en off Bouzas cuenta que a los tres días de haber ingresado a su nuevo hogar recibe un audio que relata los pormenores de los hechos en torno a la desaparición de Daniel. Por la misma fecha, al firmar el contrato de alquiler se entera que Jesús murió hace poco tiempo.

En Agur las personas están ausentes físicamente, pero presentes en los espacios deshabitados, en los objetos encontrados y en las notas de voz que irrumpen el silencio del departamento. De la misma manera, la presencia del director permanece en un fuera de campo permanente, de imágenes estáticas de lugares vacíos y escenarios desolados sobre los cuales el sonido ambiente hace resonar sus movimientos; el chasquido de un encendedor o el crujir de una puerta que se abre recuerda su existencia en la imagen.

El cortometraje traza una relación entre las personas, el tiempo, y los espacios. A través de paneos lentos y medidos, Agur revela en la ilustración de un paisaje marítimo a un pescador solitario, su existencia en los marcos de la imagen recortada, y mismo objeto abandonado en la habitación de un departamento. También realiza el viaje opuesto, de arriba hacia abajo: parte de una vista del mar que desciende y reposa la mirada sobre un cementerio al que acuden personas para rememorar los fallecidos. El reloj de la cocina puede estar detenido, pero las huellas de una vida perduran más que solo en el tiempo.

Antes Muerto Cine se enfrenta al mundo con dudas. Las enuncia, las contesta, y las vuelve a enunciar, receloso hasta de sus propios planteamientos y respuestas. Esta conmoción se traduce en miradas que indagan sobre experiencias personales, el encuentro de un objeto, la relación con un miembro de la familia, o el vínculo entre ser humano y tecnología. En su cine, es posible percibir una estrecha relación entre uno y su entorno, como si fuera inconcebible que el mismo relato partiera de un lugar que no es el de elles.

El colectivo palpita como grupo. Cada creación audiovisual está embebida de una sensación común, de la urgencia de rebuscar y hurgar imágenes y sonidos en un sinfín de registros posibles, desde ilustraciones digitales y pixeles a registros analógicos y fotografías encontradas, todo aquello que posibilite comprender qué hacemos en este mundo tan quebradizo y aturdido. En sus películas y cortometrajes, las ideas se entrelazan y se atraviesan; en las cataratas, el mar; en el encierro, las conversaciones; y en los celulares, los clics que se asemejan a gotas de lluvia. Antes Muerto Cine se replantea los sentidos. Se ve con los oídos, y se escucha en las imágenes. Sabe que tiene una historia y un pasado, y que su tiempo es ahora porque hoy es demasiado tarde. Celebra la belleza de lo cotidiano, de una confesión en la oscuridad o el calor del sol que pega sobre el rostro, con el mismo ímpetu que se desvela frente al futuro donde quizás la humanidad no exista más, o sea otra muy distinta. Porque antes de morir, vivo.

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FILMOGRAFÍA DE ESTE COLECTIVO ARTÍSTICO

Caperucita Roja. Tatiana Mazú González. 2019.

¿Qué hago en este mundo tan visual?. Manuel Embalse. 2020.

Emoji, emoji. Joaquín Maito. 2019.

Enciclopedia Catálogo. Manuel Embalse. 2020. 

Estratos. Julián Galay. 2020.

Agur. Francisco Bouzas. 2020. 

INTEGRANTES DEL COLECTIVO

Joaquín Maito, Buenos Aires, 1987. Se dedica a las artes visuales y a la realización de cine de no ficción. Codirigió junto a Tatiana Mazú González, “El estado de las cosas” (2012). Su ópera prima “Retrato de Propietarios” (2018) fue premiada en Ji.hlava IDFF.

Tatiana Mazú González, Buenos Aires, 1989. Es realizadora documental y artista visual. Con su cortometraje “La Internacional” (2015) y sus largometrajes “El estado de las cosas” (2012, codirigido con Joaquín Maito), “Caperucita roja” (2019) y “Río Turbio” (2020) ha participado de FID Marseille, Mar del Plata IFF, Festifreak, Transcinema, FICUNAM, Cinélatino Toulouse, DocLisboa, FIDOCS, entre otros.

Manuel Embalse, Buenos Aires, 1991. Construye y destruye imágenes de todas las formas posibles. Editó junto a Tatiana Mazú González “Retrato de propietarios” de Joaquín Maito, y es asistente de dirección de “Río Turbio” de Tatiana Mazú González. Su ópera prima “¿Qué hago en este mundo tan visual?” es parte de la selección de Festifreak, Cámara Lúcida y Corriente No Ficción.   

Francisco Bouzas, Rio de Janeiro, 1989. Formado en la EQZE, se dedica al cine y a sus formas expansivas. Hace 10 años que realiza sus películas con el mismo grupo de jóvenes del barrio Ciudad Oculta. Su ópera prima “La cuarta dimensión” fue estrenada y premiada en BAFICI. “Agur” y “Todo lo cercano se aleja” son sus películas más recientes.

Julián Galay, Buenos Aires, 1988. Compositor que trabaja con el sonido, el lenguaje y la imagen en movimiento a través de instalación performance y cine experimental. Sus obras fueron presentadas en Suiza, Alemania, Brasil, Uruguay y Argentina.

Este ensayo se publicó previamente en el sitio de Taller de Crítica de Otros Cines

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